
El capital social es un concepto ampliamente discutido que ayuda a construir comunidades más fuertes y mejora la cooperación individual. Implica redes, confianza y normas compartidas que permiten a las personas trabajar juntas para alcanzar objetivos comunes (Bourdieu, 1986). Esta idea se utiliza a menudo en las escuelas para explicar cómo las relaciones entre padres, maestros y administradores pueden apoyar el rendimiento estudiantil y fomentar la mejora escolar. Sin embargo, el capital social no siempre es una fuerza positiva. A veces, puede contribuir a la desigualdad y la exclusión. En este artículo reflexivo, exploraré el «lado oscuro» del capital social en las escuelas, centrándome en cómo puede perpetuar divisiones, excluir a grupos marginados y reforzar las desigualdades existentes. Reflexionaré sobre cómo el capital social, si no se gestiona cuidadosamente, puede afectar negativamente los resultados educativos, especialmente en las escuelas de Título I, donde los estudiantes de familias de bajos ingresos suelen ser la mayoría.
Marco Teórico: El Capital Social y su Doble Naturaleza

El capital social se considera tradicionalmente como una fuerza de unidad, que ayuda a las comunidades a cooperar. Según Putnam (1995), el capital social incluye redes, normas y confianza que permiten a las personas actuar de manera efectiva. Sin embargo, Bourdieu (1986) argumentó que el capital social está moldeado por las estructuras de poder existentes, beneficiando a menudo a aquellos que ya están en el poder. Este «lado oscuro» del capital social aparece cuando ciertos grupos controlan el acceso a las redes, excluyendo a otros y reforzando las divisiones comunitarias. En las escuelas, las redes establecidas de maestros o padres podrían dejar fuera a aquellos de entornos marginados, lo que conduce a un acceso desigual a recursos y oportunidades. Estudios recientes han confirmado que, si bien el capital social puede fomentar la cooperación, también puede fortalecer la posición de los grupos más ricos o más integrados, dejando atrás a los menos privilegiados (Boat et al., 2024; Hrabéczy et al., 2023).
Capital Social y Desigualdad: Una Paradoja de Exclusión

El capital social puede tanto unir a las personas como reforzar las desigualdades sociales. Por ejemplo, Kim et al. (2020) encontraron que el capital social a menudo se divide en áreas con altas disparidades raciales o económicas, con los grupos más ricos obteniendo más beneficios de las redes. Esto es particularmente relevante en las escuelas de Título I, donde muchas familias, especialmente aquellas de bajos ingresos o de entornos no angloparlantes, luchan por acceder a actividades escolares clave como las reuniones de padres y maestros. Sin estas conexiones, estas familias quedan excluidas de participar plenamente en la comunidad escolar, lo que dificulta apoyar la educación de sus hijos.
Los maestros también experimentan esta división. Redes de maestros con antecedentes similares a menudo forman relaciones de apoyo que fomentan el crecimiento profesional. Sin embargo, los maestros de entornos minoritarios o desfavorecidos pueden ser excluidos de estas redes, limitando sus oportunidades de colaboración y desarrollo profesional. Como destacan Fenton et al. (2020) en su estudio sobre microcomunidades, la exclusión en cualquier entorno—ya sea en deportes, educación o más allá—puede llevar a un capital social fragmentado que socava la colaboración y la confianza en general.
El Papel del Liderazgo Instruccional en Mitigar el Lado Oscuro del Capital Social

El liderazgo instruccional es vital para gestionar el capital social en las escuelas. Ozgun et al. (2022) argumentan que el capital social puede mejorar el rendimiento organizacional cuando se distribuye de manera justa. Los líderes instruccionales pueden construir intencionadamente redes que conecten a diversos grupos dentro de la escuela—maestros, padres y administradores—de distintos orígenes. Los líderes pueden cerrar brechas, fomentar la colaboración y promover un entorno más inclusivo al crear eventos comunitarios o grupos de apoyo para padres. Estas acciones ayudan a contrarrestar las prácticas de exclusión que a menudo dejan fuera a los grupos marginados.
En mi experiencia, el liderazgo intencionado puede ayudar a fomentar la inclusión. Cuando los líderes escolares intentan asegurar que todos los padres y maestros, independientemente de su origen, tengan oportunidades para reunirse, el capital social se convierte en una herramienta de inclusión. Sin embargo, si los líderes pasan por alto las divisiones existentes en su comunidad escolar, el capital social puede reforzarlas, dejando a los grupos marginados incapaces de participar plenamente en las actividades de la escuela.
Micro-comunidades: Una Respuesta a la Exclusión

Cuando la exclusión es un problema persistente, los grupos marginados a menudo forman redes más pequeñas, o microcomunidades, como respuesta. Fenton et al. (2020) describen cómo las aficionadas al deporte, marginadas en culturas deportivas dominadas por hombres, forman microcomunidades en línea para compartir sus experiencias. Estas microcomunidades brindan apoyo, pero también limitan la participación más amplia. De manera similar, en las escuelas, los padres de grupos marginados pueden crear sus propias redes de apoyo, pero estas redes pueden aislarlos de la comunidad escolar en general, dificultando que la escuela cree una cultura unificada.
Este aislamiento puede debilitar el potencial para la acción colectiva y el cambio positivo. Cuando las microcomunidades no se integran en la red escolar más amplia, pierden oportunidades de colaborar con otros grupos hacia objetivos comunes. Boat et al. (2024) sugieren que las actividades organizadas fuera de la escuela pueden ayudar a cerrar estas brechas, y esfuerzos similares dentro de las escuelas—como iniciativas de padres y maestros interculturales—pueden ayudar a asegurar que los grupos aislados se incluyan en las redes escolares más amplias.
Conclusión: Un Llamado a un Capital Social Inclusivo
El lado oscuro del capital social es un problema que debe abordarse en las escuelas. Si bien el capital social puede promover la inclusión y la colaboración, también puede perpetuar la desigualdad y la exclusión si no se gestiona cuidadosamente. En las escuelas de Título I, donde a menudo existen disparidades socioeconómicas y raciales significativas, el capital social puede crear divisiones en lugar de unidad. Los líderes instruccionales deben reconocer el potencial del capital social para ser utilizado para la exclusión y trabajar para crear redes inclusivas que reúnan a todos los miembros de la comunidad escolar. Al fomentar tanto el capital social de unión como el de puente, los líderes escolares pueden ayudar a asegurar que todos los padres, maestros y estudiantes tengan acceso al apoyo que necesitan para tener éxito.
En última instancia, el capital social en las escuelas debe verse como una herramienta que puede fomentar la inclusión o reforzar la exclusión. La responsabilidad de los líderes instruccionales es asegurar que el capital social se utilice para construir puentes, no muros. A través de un liderazgo intencionado, las escuelas pueden crear entornos donde el capital social sirva como una fuerza para la equidad y la inclusión, ayudando a derribar las barreras que impiden que los grupos marginados participen plenamente en la comunidad escolar.
References
Bourdieu, P. (1986). The forms of capital. In J. G. Richardson (Ed.), Handbook of theory and research for the sociology of education (pp. 241–258). Greenwood Press.
Fenton, A., Gillooly, L., & Vasilica, C. (2020). Female fans and social media: Micro-communities and the formation of social capital. European Sport Management Quarterly, 23(2), 370–390. https://doi.org/10.1080/16184742.2020.1868546
Kim, M.-S., Kim, D., & Altema McNeely, N. (2020). Race, inequality, and social capital in the U.S. counties. The Social Science Journal, 61(1), 153–171. https://doi.org/10.1080/03623319.2020.1799178
Ozgun, A. H., Tarim, M., Delen, D., & Zaim, S. (2022). Social capital and organizational performance: The mediating role of innovation activities and intellectual capital. Healthcare Analytics, 2, 100046. https://doi.org/10.1016/j.health.2022.100046
Putnam, R. D. (1995). Bowling alone: America’s declining social capital. Journal of Democracy, 6(1), 65–78. https://doi.org/10.1353/jod.1995.0002
Portes, A. (1998). Social capital: Its origins and applications in modern sociology. Annual Review of Sociology, 24, 1–24. https://doi.org/10.1146/annurev.soc.24.1.1
Boat, A. A., Poparad, H., Seward, M. D., Scales, P. C., & Syvertsen, A. K. (2024). The role of organized activities in supporting youth social capital development: A qualitative meta-synthesis. Adolescent Research Review, 9, 543–562. https://doi.org/10.1007/s40894-024-00235-1
Hrabéczy, A., Ceglédi, T., Bacskai, K., & Pusztai, G. (2023). How can social capital become a facilitator of inclusion? Educ. Sci., 13(109). https://doi.org/10.3390/educsci13020109